La humanidad en el periodismo
Por: Silvia Marcela Satizábal Sánchez
Desde hace unos siglos apelar a los sentimientos para explicar algo o tomar decisiones en pro de ellos es sinónimo de burla y acusación de sentimentalismo. Pareciese que el amor y todo lo que éste trae consigo es una incoherencia, una falta de racionalidad. Y hay que ver hasta dónde nos ha llevado esto, a una sociedad que le importa un comino la situación del otro, que no escucha razones, no se aguanta a sí misma y no sabe convivir con respeto a causa de la intolerancia y la carencia de empatía hacia los demás.
A pocos les interesa escuchar o saber sobre la vida de los demás, por supuesto que no me refiero a la vida que está expuesta ante todos, hago referencia sobre lo más profundo de los seres humanos, lo que nos mantiene vivos: los sentimientos. Esos que tras una época de luz intelectual quedaron socavados y sometidos al olvido. Al silencio y a la indiferencia.
Más allá de reducir nuestro trabajo como periodistas al hecho de recolectar, filtrar y distribuir información, pienso que podemos hacer más, que nuestra profesión comprende una posibilidad extraordinaria que conlleva una gran responsabilidad. Todo lo que transmitimos a través de los dedos o la voz llegará a muchos ojos y oídos.
Cuando expreso que podemos hacer más pienso en periodistas como Svetlana Aléxievich o Truman Capote, que se han salido de los esquemas, de lo regular del quehacer periodístico y a través de sus obras se han encargado de ir en búsqueda de lo humano en los humanos, que han fijado sus ojos en lo que pocos quieren ver y sus oídos en lo que nadie quiere escuchar. Sabio El Principito cuando dice que lo esencial es invisible a los ojos.
Svetlana se sirvió a sí misma y a su obra como portavoz de mujeres silenciadas durante décadas, mujeres que sufrieron lo que sólo saben quiénes estuvieron en la guerra, que quedaron marcadas para siempre y su sistema nervioso es prueba indeleble de ello. La situación es complicada, entre esas mujeres no se distingue el calificativo de víctima o victimario, es una línea borrosa la que separa cada condición.
Sea cual sea su posición, Svetlana rescata y exalta los sentimientos de los humanos en situaciones de suprema dificultad, le da importancia a aquello que historiadores o periodistas dejaron a un lado para narrar sobre una guerra de victorias y patriotismo, de vencedores y vencidos.
Capote consiguió el renombre que tiene hoy en el mundo periodístico no solo por su ardua investigación a la cual le invirtió seis años, sino por lo que creó con la información obtenida para escribir A sangre fría, novela de no ficción que narra detalladamente el asesinato de una familia en Holcomb, un pequeño pueblo de Kansas, y la vida de los asesinos.
La obra de Svetlana difiere un poco con la de Capote porque aparentemente Svetlana hace eco de relatos de mujeres víctimas de la guerra y él le da voz y vida a los victimarios de un crimen. Los ubico en el mismo lado porque siento en ellos la intención de escuchar y entender al humano que hay dentro de nosotros que por momentos parece desvanecerse, con sus defectos y virtudes, con sus aciertos y errores; porque tomaron la difícil decisión de echarse encima fuertes críticas, de irse en contra de la historia y de los esquemas sociales preestablecidos.
El dedo se posa sin precaución alguna sobre el rostro y la boca lanza prejuicios cuando se trata de señalar el comportamiento de otro, sin dar cabida alguna a priori a la reflexión sobre ese ser que nos parece se perdió en el camino. Por tanto es valiosa la obra de estos periodistas en las cuales hay una clara intención de entender y transmitir la humanidad de los seres humanos en circunstancias de dificultad, de discutible moralidad; no para justificar los actos, sino para comprender, para acercarse a esa frágil línea que por azares de la vida nos puede convertir en víctimas o victimarios, y por qué no, en ambas al mismo tiempo.
Somos buscadores de historias, somos portavoces de recuerdos, plasmamos sentimientos. Somos seres humanos en constante contacto con otros seres humanos. Nuestro trabajo no debería reducirse a sólo dar noticias, aunque es necesario que existan periodistas que se dediquen a ello. Pienso que deberían existir más periodistas en busca de almas perdidas, de humanidades recónditas y sentimientos frustrados en el silencio. Los periodistas podemos hacer más para reconciliar a la humanidad.