Carta de un teléfono indignado.
Por: Luís Felipe Gómez

La verdad no sé si alguien me recuerde, bueno, nos recuerde a mí y a mi comunidad. Es probable que nos hayan visto y muy probable que en algún momento de sus vidas nos hayan usado. Soy Phonie (Pronúnciese Fóni), un teléfono público -o más bien teléfona- que se viene a quejar de lo injusta que es la vida, por lo menos para mí.
Hace más de quince años que vinieron y me instalaron aquí, en la carrera 35 con calle 34, en frente del parque San Pío. No me quejo de mi ubicación, para serles sincera estoy en un buen sitio. Siempre me ha gustado estar aquí, tengo la oportunidad de observarlo todo desde un muy buen punto. He visto pasar carros, personas, animales y alguna que otra cosa extraña. Lo bonito de haber estado en el mismo sitio por tanto tiempo es que he visto cómo evoluciona la ciudad y sus habitantes: cómo cambian los modelos de carros, cómo cada vez va aumentando el tráfico, cómo crecen los árboles, cómo cambia la forma en la que se visten las personas y también como cambian sus actitudes y su vocabulario, que cada vez es más soez.
Pero así como he visto cosas buenas, también he visto cosas horribles e inhumanas, como por ejemplo robos, accidentes, maltratos, abusos, discusiones. También he soportado los bruscos cambios de clima que
ha habido en la ciudad, menos mal estoy bajo una cabina amarilla que me protege del sol y también de la lluvia, pero lastimosamente no me protege de estos calores tan horribles que están haciendo hoy en día. Pero bueno, mejor voy al grano porque ya me distraje: pues vine fue a quejarme.
Cuando recién me instalaron todo era paz y armonía, y así fue por años, todo el mundo venía, ponía su moneda, y hacía su llamada. La gente tenía conversaciones normales, comunes y corrientes. Algunas veces me usaban para hacer llamadas de bromas y eso me sacaba de quicio, por eso siempre que creía que me iban usar para hacer alguna broma me tragaba la moneda y no los dejaba marcar. Bueno, como ya dije, todo era bello y bonito. Todos los teléfonos públicos vivíamos en armonía hasta que la telefonía móvil atacó. Fue a mediados del 2006 en que empezó la G.D.T.P siglas de “Gran Depresión Telefónica Pública” (la abreviamos en siglas porque tener que decir todo eso cada vez que hablábamos del tema era muy tedioso).
Ya hace diez años en que nos hemos venido viendo afectados por esos aparatos pequeños llamados celulares, ellos nos hundieron. Por culpa de ellos ya nadie nos usa, hemos sido prácticamente desplazados y ya nadie piensa en nosotros. Ahora nos profanan, hasta me han llegado historias de algunos compañeros que han sido mutilados y golpeados. Nos usan para hacer grafitis encima de nosotros y para pegar publicidad sin nuestro consentimiento. Incluso hay personas que llegan como si nada y nos meten el dedo en busca de monedas ¡Qué atrocidad! Por eso hoy me vengo a quejar en nombre de toda la comunidad. Es imposible que nos traten así después de todos los servicios que les hemos ofrecido, después de haber estado ahí 24/7 para cualquier persona que necesitó llamar.
Estoy indignada, abrumada y ofendida, pues nuestra situación es completamente injusta y no tolero que esto siga sucediendo. Quiero que nos den una solución ya. La verdad lo único que se me ocurre es que nos actualicen y podamos emitir Wi-Fi, a ver si así la gente vuelve a hacer uso de nosotros. Si tienen alguna sugerencia, de verdad les pido, desde el fondo de mis circuitos, que se acerquen y me la comenten, estaré atenta y recuerden que estoy en la esquina de la 35 con 34. Gracias por su atención. Y gracias por escuchar mis quejas y mi palabrería, la verdad me tenía que desahogar de alguna forma.
—Phonie☎.